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Las Confesiones De Una Concubina
Roberta Mezzabarba
Un dГa serГЎs feliz pero, primero, la vida te enseГ±arГЎ a ser fuerte. Una novela intensa, cargada de emociones fuertes, con un ritmo moderado. Una historia de violencia domГ©stica, de abusos psicolГіgicos que os estrujarГЎn el estГіmago. Misia, una mujer joven y su vida monocromГЎtica que paso a paso se teГ±irГЎ cada vez mГЎs de negro, un negro que habla de tristeza, de miedo, de luto. Y en una escalada de violencia, cuando la situaciГіn parecerГЎ convertirse en irreparable, imposible de soportar, la soluciГіn parecerГЎ sГіlo una… Pero la vida, a veces, consigue sorprender y si bien esto no representarГЎ una recompensa equitativa por los males sufridos, quizГЎs con el tiempo conseguirГЎ mitigar los recuerdos, debilitando las asperezas vivas y abriendo una inesperada brecha de luz. Cada una de nosotras se merece una vida de colores, merece ser finalmente artГfice de su propio destino, sin sucumbir jamГЎs, para ser finalmente libre de amar y de amarse.
Esta es una obra de fantasГa.
Nombres, personajes, ubicaciones y sucesos son imaginarios o son usados de manera ficticia y cualquier referencia a personas, vivas o muertas, a hechos o lugares existentes es puramente casual.
Titulo original de la obra: Le confessioni di una concubina
Primera EdiciГіn
Agosto 2020
IL PORTO
В© 2018 La Caravella Editrice
Segunda EdiciГіn Publicada por В©Tektime
diciembre 2020
338 pГЎginas
www.traduzionelibri.it
Roberta Mezzabarba
Las confesiones de una concubina
Traductora: MarГa Acosta DГaz
PRIMERA PARTE
Existe un sutil miedo a la libertad,
por el cual que todos quieren ser esclavos.
Todos, naturalmente, hablan de la libertad
pero nadie tiene el valor de ser realmente libre
porque cuando eres realmente libre, estГЎs solo.
Y sГіlo si tienes el valor de estar solo puedes ser libre.
OSHO
Las confesiones de una concubina
Las confesiones de una concubina.
No soy nada mГЎs.
Nada mГЎs que la concubina con mis dolores, con mis insatisfacciones, con mis frustraciones, con mis necesidades puntualmente desatendidas, ignoradas, pisoteadas, vilipendiadas, despreciadas, quemadas en una hoguera.
Soy yo, despojada de toda dignidad, arrodillada sobre el altar de los deseos ajenos.
Obligada.
Forzada a formar parte de lugares angostos que mal se adaptan a mis ansias de libertad.
Al final de cada dГa sГіlo queda una penetrante sensaciГіn de vacГo, dentro, como si me hubiesen robado las vГsceras.
Y espero todavГa tener ganas de escapar y no escuchar nada mГЎs, olvidar este tormento que nunca me abandona.
Por la noche sueГ±o con los ojos abiertos que soy capaz de librarme de los lazos que he dejado que me encadenen y consigo prescindir de ellos. Conseguir prescindir de lo poco que, mendigando, logro obtener de manera vergonzosa.
La mГa es una vida de sentido Гєnico, la dicotomГa entre el dar y el recibir, entre el desgarrador deseo de vivir y la existencia que se consume a cada instante, en un vano intento por recuperar mi vida, como siempre quise.
Y no hay ninguna respuesta desde el vacГo lleno de gente que me rodea.
De esta manera he aprendido a refugiarme en el universo solitario de jornadas desvaГdas.
Siempre lo he comprendido demasiado tarde y, atrapada, tomaba conciencia del papel que deberГa personificar en aquel momento de mi vida, en esa situaciГіn, mientras de noche los pensamientos se mezclaban con los sueГ±os y los sueГ±os con los recuerdos.
Con el tiempo he aprendido a dejar colgado de una percha del armario el YO que hubiera querido ser y mi vida proseguГa inexorable, en un esfuerzo, jamГЎs consumado, por escapar de la incompetencia a la que nadie nunca habГa puesto remedio.
Recuerdos
Desde que era niГ±a he tenido un temor casi reverencial por la opiniГіn de mi familia, de mis padres.
Avanzaba con pasos inseguros en mi vida con un ojo siempre puesto en las reacciones que suscitaban mis acciones.
Nunca, ni siquiera una vez, fue necesario que me dijesen quГ© les hubiera gustado que hiciese, quГ© elecciГіn hacer, quГ© decisiГіn tomar.
Una mirada.
Bastaba sГіlo esto para llevar a cabo, inconscientemente, lo que deseaban.
A lo mejor podrГa haber tomado una decisiГіn distinta pero esta sensaciГіn nunca saliГі de la antesala de mis pensamientos, por lo tanto no existГa en mi cabeza.
SГіlo querГa complacer, obedecer, ademГЎs porque era lo Гєnico que sabГa hacer.
Sin darme cuenta, en aquellos dГas, la pequeГ±a concubina ha tomado forma y ha comenzado a dar sus primeros pasos.
Recuerdo que amaba con locura las lecciones de mГєsica que me daba un anciano director de orquesta que, despuГ©s de jubilarse, se habГa establecido cerca de la casa de mis padres.
Esperaba con ansia el jueves por la tarde, el dГa en que iba a casa del maestro: Г©l me recibГa en el salГіn y me daba lecciones de mГєsica, haciГ©ndome practicar con su piano.
Un dГa, cuando regresaba de la escuela, mientras estГЎbamos todos alrededor de la mesa y mi hermana Silvia estaba haciendo un barullo impresionante en la trona con cucharones y tapaderas, mi madre me sonriГі y me dijo:
В«Misia, tu padre y yo hemos decidido que ya no irГЎs a clases de mГєsica sino que, a partir de la prГіxima semana irГЎs a lecciones de gimnasia artГstica en el gimnasio municipal. No es normal que todas tus coetГЎneas vayan a esas clases mientras que tГє, con tu mГєsica, ВЎcada dГa te encierras mГЎs! В»
Fue como un rayo en un dГa sin nubes. Nada me habГa hecho presagiar aquel cambio repentino pero, si bien con pesar, aceptГ© la decisiГіn de mi familia sin decir palabra.
No estaba dotada para la actividad fГsica, tanto era asГ que el profesor me dejaba siempre de Гєltima y, a veces, pasaba por alto que hiciera los ejercicios, que hacia ejecutar a todas las demГЎs.
Nunca he tenido la sensaciГіn de verme obligada a comportarme de cierta manera, creo haber hecho todo con gran ligereza, guiada por la confiada mano de quien me habГa traГdo al mundo.
Si es justo seguir los dictГЎmenes sociales y de comportamiento impuestos por la familia en la que uno crece, es tambiГ©n justo hacerse preguntas, interrogantes con todos los si y con todos los pero que pululan por nuestra cabeza.
Pero yo no tenГa, tan ciega era la confianza en las manos que me guiaban.
GuГa sabia que exige sin pedir, que obtiene sin solicitar, que acapara sin dar las gracias.
Esa vez, por ejemplo, habrГa podido decir a mi familia que hubiera querido continuar con las clases de mГєsica pero no estaba familiarizada a pensar por mi cuenta.
Todo me parecГa tan normal, pensГЎndolo bien, que si me encontraba con que tenГa que tomar una decisiГіn no teniendo consanguГneos cerca de mГ, detenГa el mundo y buscaba consejo.
Consejos, lo mГЎs estГєpido y arrogante que se pueda pedir y pretender dar.
Mi abuela decГa: Una cosa es morir y otra hablar de muerte.
QuizГЎs sГіlo ella no habГa tenido nunca la pretensiГіn de manejarme, de moldearme segГєn sus deseos, de seccionarme en partes y luego quedarse con las gratas y desechar las no gratas.
QuizГЎs sГіlo con ella, sin darme cuenta, el verdadero YO salГa fuera y se movГa libremente bailando con los ojos cerrados.
Recuerdo que reГamos a carcajadas por las cosas mГЎs estГєpidas o que nos conmovГamos mirando, en la televisiГіn, las pelГculas de amor que a ella tanto le gustaban.
Me acariciaba los cabellos y me hacГa sentir Гєnica en el mundo.
Única… una hermosa sensación.
Mi adolescencia naciГі y floreciГі a la sombra de severas reglas.
Nunca he salido por las noche ni he pedido poderlo hacer.
Me refugiaba en la mГєsica y en la lectura que me permitГan evadirme de lo que yo no veГa como una prisiГіn, pero que lo era.
* * *
No tengo recuerdos desagradables que borrar, mГЎs bien una serie de jornadas desvaГdas, pasadas soГ±ando que vivГa una vida de pelГcula.
Estudiaba por pasiГіn y tambiГ©n para complacer a mi familia que, sin embargo, parecГa que nunca estaba satisfecha, creyendo que quizГЎs de aquella manera me incitarГan a hacerlo mejor.
De esta manera me acostumbrГ© a creer que no era nada especial.
En el espejo me miraba poco, creГa que era incluso un poco fea, simplemente porque la vida me habГa enseГ±ado a no confiar en mГ misma, en mis capacidades.
Recorriendo mis dГas al revГ©s, me doy cuenta de que, sГіlo ahora, se esperaba de mГ lo mejor, que, sin embargo, una vez alcanzado el objetivo no valГa ni siquiera una menciГіn, una felicitaciГіn, para mover la meta siempre un poco mГЎs lejos.
Me diplomГ© con la mГЎxima nota y tambiГ©n esto pareciГі algo evidente.
Los profesores incitaban a todos a que continuase estudiando pero mi familia no auspiciГі esta iniciativa, de manera que para mГ buscarme un trabajo se dio por descontado.
De esta manera, del prometedor futuro que imaginaba por la noche, leyendo mis libros, pasГ© a aceptar un puesto de almacenista en un supermercado de mi ciudad y a tener un novio que no sabГa siquiera si me gustaba o no.
Filippo entrГі en mi vida en un momento en el que todas mis coetГЎneas estaban prometidas desde hacГa tiempo y mi madre hacГa continuamente preguntas sobre por quГ© no tenГa un novio.
No lo habГa escogido, es mГЎs, en honor a la verdad, ni siquiera lo habГa considerado, y no podГa hacer comparaciones.
Un dГa en el parque pГєblico, donde nos reunГamos por las tardes en verano, con las cigarras que interpretaban su canto, Filippo me lo habГa propuesto y yo habГa aceptado.
VolvГ a casa corriendo y jadeante, arrastrГ© a mi abuela a su pequeГ±o dormitorio: le contГ© lo que me habГa sucedido y sus blandas mejillas se ruborizaron regalГЎndome una sonrisa cargada de dulzura.
В«Misia, ten cuidado, el mundo no es bueno pero tu eres tan cariГ±osa que mereces todo el bien de este mundo, ВЎque ojos tan brillantes tienes!В»
Entonces le preguntГ©:
«¿Cómo se comprende quién es la persona justa? Y sobre todo ¿dónde se encuentra y cómo?»
Entonces ella, con paciencia, me contГі cГіmo habГa conocido al abuelo que yo apenas recordaba.
В«No nos conocГamos y debo decirte, mi pequeГ±a, que he sido muy afortunada al encontrarlo. Pero tambiГ©n he sido lista a agachar la cabeza cuando la situaciГіn lo requerГa y a enseГ±arle tambiГ©n a hacerlo. No existe, Misia, la persona justa. Es necesario que dos personas se conviertan en adecuadas la una para la otra, juntasВ».
DespuГ©s de algunos dГas, mi abuela tuvo un ictus que le quitГі el uso de la palabra y de buena parte de su cuerpo. Algunos amigos de mi padre la trajeron a casa con las rodillas araГ±adas y las gafas rotas. HabГa perdido el conocimiento y habГa caГdo en la plaza delante de la iglesia.
Me miraba con los ojos muy abiertos, como si intentase decirme algo. Cuando estГЎbamos solas, alargaba una mano entre las barras de su camita y ella me la estrechaba fuerte. Desde ese momento comencГ© a comprender lo que significaba sentirse impotente y solo.
TenГa miles de preguntas en la cabeza y ningГєn valor para planteГЎrselas a nadie, asГ que jamГЎs obtuve respuestas.
Mi abuela se fue una maГ±ana de otoГ±o, en silencio, y sus risas argentinas ya no resonaron mГЎs entre los muros de casa, dejando un vacГo enorme dentro de mГ.
La vida me habГa arrebatado una parte importante, la Гєnica persona que siempre habГa creГdo en mГ, que me querГa totalmente, asГ como era.
В«TГє eres imperfecta y muy hermosaВ», me decГa mi abuela.
Desde el dГa que ella muriГі sГіlo me sentГ imperfecta.
Y sentirme transparente
Hay dГas en los que me siento hermosa, esplendorosa.
Me veo en el espejo y veo mi rostro reflejado, los ojos azul turquesa, los labios pequeГ±os un poco carnosos, las pecas que ensuciaban un poco la piel alrededor de la nariz.
Paso la mano entre los cabellos rojos, sedosos, desanudando los pensamientos con los dedos.
En esos dГas, ver que mi marido me ignora, me hiere hasta morir: parece que no da importancia a lo que le pertenece por derecho, por contrato, y como un miope no percibe lo que tiene cerca.
Nunca me he puesto hermosa para los otros pero, ser ignorada de este modo, ser transparente, irrelevante, menos que una latosa mosca, es humillante, uno nunca se acostumbra.
Agarro con rabia la habitual pinza para los cabellos, descolorida, por todas las veces que la he usado, y aprisiono mis cabellos y con la mordida de aquellos dientes de plГЎstico me hiero el corazГіn, el alma, el orgullo, el amor propio.
Y Г©l no comprende tampoco este gesto mГo de rabia.
Me observa de reojo, casi como si no consiguiese encajar bien toda la situaciГіn y, como siempre, me ahogo en esta incomprensiГіn y sofoco las lГЎgrimas que querrГan liberarse, engullendo la amargura y el nudo en la garganta que no quiere bajar.
MaГ±ana cambiarГЎ, o mejor, espero que maГ±ana cambie yo.
* * *
«¡Te queda muy bien este corte de pelo, Misia!»
La voz de Pietro pronunciГі estas palabras, aceite ardiente para mis oГdos.
SentГ que se me enrojecГan las mejillas, el cuello e instintivamente bajГ© la mirada, al no saber realmente cГіmo contestar.
No estaba acostumbrada a recibir cumplidos, hacГa tanto tiempo que… habГa deseado oГr aquellas palabras de la boca de mi marido, en muchos sueГ±os habГa anhelado que eso ocurriese y, en cambio, he aquГ que aquel hombre que no me pertenecГa me hacГa encrespar la piel con un escalofrГo, hacГa aparecer el deseo de placer que estГЎ escondido dentro de cada ser humano.
Pietro era un colega que trabajaba en la administraciГіn del supermercado, siempre sonriente, con los cabellos oscuros ligeramente largos, sabiamente despeinados.
En honor a la verdad no le habГa hecho caso hasta que su mirada habГa comenzado a cruzarse con la mГa, insistentemente. EmpezГі a saludarme y buscaba la oportunidad para entablar conversaciГіn conmigo. Y allГ comenzaron a llegar los primeros signos de aprecio, los primeros y velados cumplidos.
Yo escuchaba, inconsciente, sedienta, lastimosamente necesitada de felicitaciones.
ExtraГ±o, digo, porque mi educaciГіn siempre me ha impedido gozar de la sensaciГіn, desconocida, de ser apreciada.
En mi familia los elogios eran una mercancГa rara, luego, al casarme con Filippo, la situaciГіn no habГa cambiado: Г©l era un hombre tan cerrado que a menudo tenГa la sensaciГіn de que ni siquiera me notase.
Pero me habГa casado con Г©l.
Y ahora no habГa nada que hacer, si no aceptar lo que el plato que tengo de frente contiene, sin soГ±ar con otras pitanzas.
Hacer caso a las palabras de Pietro era un juego demencial, era consciente, pero escuchando sus palabras, desaparecen como un relГЎmpago, dentro de mi corazГіn, todas las sombras.
Pero dura poco: de la misma manera que se apaga el eco de aquellas frases, de la misma manera a como Pietro desparece de mi vida, mi corazГіn se hiela.
La bГєsqueda de una vida
Trabajo, casa, casa, trabajo.
He aquГ la existencia de una treintaГ±era.
Mi existencia.
Cuando era una muchacha nunca me habГa podido permitir grandes diversiones porque no estaba bien salir sola, mucho menos en compaГ±Гa de mi prometido.
Ahora, porque mi marido prefiere echar la siesta en una butaca en el salГіn en vez de vivir.
Realmente no siempre ha sido asГ.
QuerГamos un hijo, ВЎsabe Dios cuГЎnto lo he deseado!
Antes de casarnos parecГa casi que escapase de la idea de un compromiso tan grande, luego, con el pasar de los meses, entre nosotros se ha creado un espacio, un vacГo me atreverГa a decir, que pensaba que podrГa llenar con un hijo.
Filippo parece que no tenГa mis mismas exigencias, a Г©l le bastaba con su trabajo de guardia jurado.
Mi marido era un buen hombre, no me faltaba nada, pero su sensibilidad y su frialdad me dejaban asombrada.
Al final de cada mes llegaba inexorable el ciclo menstrual destruyendo mis suenos, alimentados en aquellos tres, cuatro dГas de retraso.
Dos, tres, cuatro vueltas.
Era demasiado.
Demasiadas esperanzas defraudadas…
Cada uno de nosotros pensaba que en el otro habГa probablemente algo que no iba bien, un mecanismo que no funcionaba como debГa, una chispa que no saltaba en el momento justo.
Finalmente, de nuevo, el retraso llegГі hasta los diez dГas: no hablaba de ello, como si esto pudiese convertir en irrompible mi sueГ±o, que, sin embargo, no era mГЎs que una pompa de jabГіn, hermosa, de colores, transportada en las alas del viento, pero destinada a desvanecerse con un puf.
Silenciosamente, dejaba correr los minutos, y los dГas y las semanas se convirtieron en meses.
Durante casi dos meses acunГ© en mi pensamiento la idea de un niГ±o, una pizca de vida que pudiese dar sentido a la mГa, que iluminase la oscuridad de mi existencia.
Durante mucho tiempo, despuГ©s de esa noche, ya no tuve mГЎs lГЎgrimas para llorar.
Fui despertada del sueГ±o por las contracciones del bajo vientre que parecГa que me querГan desgarrar las vГsceras.
En silencio, arrastrГЎndome, conseguГ llegar al baГ±o donde, en cuanto encendГ la luz, me esperaba un descubrimiento horrendo.
El camisГіn estaba empapado en sangre a la altura de las ingles.
SГіlo recuerdo haber lanzado un grito.
Luego, nada.
A continuaciГіn sГіlo un vago recuerdo de mi marido que intenta que recupere el conocimiento, que me traslada en el coche envuelta en una manta, luego los doctores, las enfermeras como abejas laboriosas a mi alrededor, las luces fuertes sobre la camilla, iluminando mi desnudez.
Mi niГ±o.
Mi niГ±o.
Devolvedme a mi niГ±o.
DevolvГ©dmelo.
ВїDГіnde lo habГ©is puesto?
ВїDГіnde?
ВїDГіnde?
ВїDГіnde lo habГ©is escondido?
ВїA dГіnde lo habГ©is llevado?
Era demasiado hermoso.
Lo sГ©, era demasiado hermoso.
ParecГa que habГa enloquecido.
Nada tenГa sentido, nada parecГa lo bastante importante para seguir viviendo.
Filippo casi siempre estaba sentado al lado de mi cama pero no me miraba, no me hablaba.
En aquellos dГas de dolor, su presencia no era ningГєn consuelo, un poco porque creГa que sГіlo estuviese allГ porque estaba obligado por la situaciГіn, un poco porque me parecГa que estaba obligada a soportar su presencia.
Me parecГa que, las pocas veces que me devolvГa la mirada, con sus ojos negros fijos en mГ, me culpase, sin posibilidad de responderle, por no haber sabido salvaguardar la vida de nuestro hijo.
Una maГ±ana me despertГ© y Filippo ya estaba allГ.
«¡Te das cuenta de que ni siquiera has sido capaz de conservar a mi hijo. Qué tipo de mujer eres, pero qué especie de desastre eres que ni siquiera consigues traer un niño al mundo!»
Sus ojos me fulminaron de tal modo que no conseguГ mantener su mirada, bajando la mГa.
В«Ni siquiera tienes el valor de mirarme, Вїverdad?В»
SaliГі, batiendo la puerta, con un ruido tan fuerte que me sobresaltГі.
LГЎgrimas mudas comenzaron a regarme las mejillas y sentГ la falta de mi abuela de manera dolorosa.
CerrГ© los ojos, empapados por las lГЎgrimas e imaginГ© sus ancianas manos que me acariciaban la nuca y las mejillas. Me parecГa sentir su olor y la blandura del pecho donde hubiera podido posar mi cabeza siquiera durante un instante.
En ese momento entrГі mi madre.
No habГa pensado llamarla pero quizГЎs lo habГa hecho Filippo.
В«Seguramente te has destrozado con ese trabajo que tienes, ВЎmira cГіmo estГЎs!В»
La dulzura de mi abuela no habГa pasado, ni siquiera en parte, a su hija, mi madre. Era inexplicable como una mujer tan amable pudiese haber engendrado una mujer tan diferente a ella.
ВїQuiГ©n sabe cГіmo hubiese sido mi hijo?
«¿Tienes todo lo que necesitas? ¿Te tratan bien aqu�»
Mi madre era prГЎctica y responsable, una perfecta planificadora de existencias, impecable, pero por lo que se referГa a sentimientos era completamente ГЎrida.
Le respondГ con una sonrisa cansada, sin decir una palabra.
«¡Venga, querida, no eres ni la primera ni la última que ha abortado, alegra esa cara, que no sirve para nada ponerte de morros!»
VolvГ a abrir los ojos mientras la miraba, para ver si quizГЎs estuviese soГ±ando todo, en cambio ella estaba allГ delante de mГ, con las manos sobre las caderas.
ВїQuiГ©n sabe si mi hijo se hubiera parecido a ella o a mГ?
***
Los mГ©dicos siguieron diciendo que el feto nunca habГa existido, que el mГo habГa sido un embarazo extrauterino, que no habГa perdido la vida de un hijo porque nunca habГa estado, que era muy joven y que todavГa tenГa muchos aГ±os para poder traer un hijo al mundo, que, que, que.
Un anciano doctor, al ver las condiciones en las que me encontraba, intentГі explicarme lo que habГa ocurrido. Me hablГі con tГ©rminos tГ©cnicos que me trajeron a la mente algunas lecciones de ciencias.
В«Querida muchachaВ», concluyГі el mГ©dico, apoyando su mano cГЎlida sobre las mГas В«usted no podГa hacer nada para que las cosas sucediesen de otra maneraВ».
Haber escuchado las explicaciones mГ©dicas por lo que habГa sucedido no produjo ningГєn alivio en el dolor por la pГ©rdida de mi hijo, ni me quitГі de los oГdos las acusaciones de Filippo de no ser capaz de engendrar un hijo, de ser sГіlo una mujer a medias.
VolvГ a casa todavГa conmocionada.
DespuГ©s de unos dГas quise volver al trabajo: el estar constantemente ocupada me ayudaba a dejar de atormentarme, si bien sГіlo durante unos segundos, con sentimientos de culpa que me sobrepasaban y hacГa que me faltase el aliento.
En el trabajo todos me trataban con condescendencia y esto me herГa porque me daba la impresiГіn de que, efectivamente, en mГ habГa algo que realmente no iba bien.
Aquel rincГіn que habГa preparado para mi hijo pareciГі petrificarse y entre Filippo y yo pareciГі surgir, desde la nada, un muro, una roca infranqueable que nos impedГa incluso el mГЎs mГnimo contacto.
* * *
Durante un par de aГ±os intentamos, sin muchas ganas, tener relaciones, ya sin la esperanza de conseguir procrear.
Filippo me miraba con el ceГ±o fruncido y me devolvГa la palabra sГіlo cuando estaba obligado, con monosГlabos.
Por los exГЎmenes que me habГan hecho resultaba que ninguno de los dos era estГ©ril sino sГіlo que juntos no conseguГamos engendrar una nueva vida.
Los kilГіmetros de distancia entre nosotros aumentaban.
Un dГa tuve la desafortunada idea de proponer a mi marido una soluciГіn que me rondaba por la cabeza desde hacГa un tiempo:
В«Filippo, he pensado que podrГamos adoptar un niГ±o, ya que, si no conseguimos traer uno al mundo… hay tantos niГ±os que esperan una familia. Sabes, he hablado con un compaГ±ero de la oficina y me ha dicho que dentro de unos meses podrГamos conseguir...В»
«¿PodrГamos quГ©?В»
В«Coger un niГ±o en adopciГіn...В»
«¿Estás de broma? ¿Criar un hijo de noséquién, romperme la espalda por un mocoso que ni siquiera es de mi sangre? ¡Te has vuelto completamente loca!»
El vaso, que estaba resquebrajado, con esas palabras se rompiГі en mil pedazos.
Г‰l dormita en la butaca del salГіn, en camiseta de tirantes.
Yo sueГ±o con escapar.
ВїPero cГіmo puedo hacerlo?
Mis padres preferirГan morir, me han enseГ±ado que ciertas cosas no se hacen, no los aceptarГan en la iglesia, no podrГan ir ni siquiera al panadero a comprar el pan y la leche.
Un compromiso es un compromiso y es necesario mantenerlo aunque esto comporte un poco de infelicidad.
En mi caso sin duda habrГa podido decir: aunque comporte renunciar a vivir.
Y de esta manera continuo vegetando.
Los aГ±os pasan.
Y los inviernos se suceden a los otoГ±os.
Todo regular.
Todo, menos mi existencia, que no se parece ni siquiera un poco a lo que ahora ya nunca sueГ±o, tampoco por la noche.
Buscarse
Ya se habГa convertido en una costumbre y, desde hacГa tiempo, notaba que Pietro respondГa a la granizada de miradas que cada dГa le lanzaba.
Como una chiquilla me protegГa con excusas patГ©ticas: si nadie te ve es como si tu no buscases sus miradas, es como si no deseases que cada maГ±ana Г©l te diga que eres hermosa.
Y Pietro, pacГfico e impertГ©rrito, continuaba intercambiando miradas, sin hacer nada mГЎs que esbozar una sonrisa que abrГa sus labios dejando vislumbrar sus dientes, lo justo.
Sin embargo tenГa miedo de que alguno de nuestros compaГ±eros de trabajo notase aquel juego de miradas, que me regalaba la placentera y desconocida sensaciГіn de ser notada y apreciada por alguien.
No deseaba nada mГЎs que esto, recibir atenciones, ser notada: lo sГ©, puede parecer patГ©tico pero para mГ era asГ.
La direcciГіn del supermercado habГa decidido comprar un nuevo programa de contabilidad, y despuГ©s de mi aborto, cada vez mГЎs a menudo me veГa aliviada de las tareas manuales, pesadas, y cada vez mГЎs a menudo ayudaba a Pietro con la contabilidad.
Pietro, que habГa ido a un curso para el uso del nuevo programa, fue el encargado de enseГ±arme las nociones bГЎsicas, de manera que yo pudiese luego ayudarle con la elaboraciГіn de complicadas operaciones de contabilidad y administraciГіn.
Al saber aquello enrojecГ al momento y el corazГіn parecГa moverse como un caballo al galope.
Pietro, mientras tanto, ya habГa preparado dos sillas delante del ordenador.
Mientras Г©l habГa comenzado a explicarme el funcionamiento de aquel nuevo programa, yo con la mirada fija en la pantalla, intentaba no sentir el aroma que provenГa de su piel y el aliento cГЎlido que con sus palabras me llegaba hasta las mejillas rojas por la vergГјenza.
Dios, te lo ruego, sГЎlvame, susurraba mi mente, para intentar distraerme de aquel hombre que estaba a pocos centГmetros de mi piel.
Dios, te lo ruego, sГЎlvame.
Pero no era Dios el que debГa librarme de aquella red que estaba allГ, esperГЎndome, lo habrГa podido hacer yo perfectamente, y en cambio no lo hice.
Con naturalidad su mano se deslizГі sobre mi rodilla apretГЎndola ligeramente y yo me girГ© lentamente hacia Г©l.
Me parecГa haber recorrido aquella rotaciГіn del rostro en fotogramas, tan largo me pareciГі el tiempo antes de encontrarme con su mirada.
Sus ojos revisaban el espacio alrededor del escritorio que ocupГЎbamos, luego una sonrisa apenas esbozada me hizo comprender que no habГa nadie mГЎs.
Y luego ocurriГі.
OcurriГі, y no sГ© con precisiГіn cГіmo, sucediГі que me encontrГ© con sus labios apoyados en los mГos, en un beso apenas sugerido.
OcurriГі, y pensГ© que el cielo me habrГa caГdo encima si hubiese hecho algo parecido, en cambio, no ocurriГі nada.
Avergonzada volvГ de golpe la mirada al vГdeo en el que un pequeГ±o guion parpadeaba esperando que alguien se decidiese a decirle quГ© hacer.
ВїCГіmo habГa podido suceder?
ВїCГіmo habГa podido permitir que ocurriese algo parecido?
ВїCГіmo podrГa volver a casa con mi marido aquella noche?
En cuanto se acabГі la lecciГіn, me fui al baГ±o y permanecГ allГ un buen cuarto de hora: lo pasГ© casi enteramente delante del espejo, mirГЎndome, para ver si algo habГa cambiado en mГ, si se veГa que habГa besado a otro hombre que no era mi marido.
Me lavГ© con jabГіn los labios, restregando con fuerza, casi como si estuviesen realmente sucios, luego me fui corriendo a coger el autobГєs para volver a casa.
Mientras corrГa tambiГ©n mis pensamientos galopaban.
Yo era una mujer casada y tambiГ©n Pietro tenГa una esposa, aunque nunca hablaba de ella.
ВїQuГ© se me habГa pasado por la cabeza?
* * *
Filippo todavГa no habГa llegado.
Perfecto.
PrepararГa el pollo a la cazadora que tanto le gustaba para hacerme perdonar lo que Г©l jamГЎs sabrГa y para sellar mi muda promesa de que nunca lo volverГa a hacer.
ВїCГіmo harГa para besarle?
ВїSerГa lo mismo o algo habГa cambiado aquella tarde?
LlegГі cuando ya era de noche y dГЎndome un beso desganado sobre la frente me sacГі del aprieto de descubrir si habrГa sentido el sabor de Pietro sobre mis labios.
***
Una confesiГіn.
La primera.
Las palabras salen gota a gota, excavando en los acontecimientos recientes, demasiado recientes para que todavГa no puedan hacer daГ±o.
Debo plasmar mi voluntad.
В«PerdГіname, padre porque he pecadoВ».
PerdГіname.
Te perdono.
В«Deseo al hombre de otra mujerВ».
PerdГіname, oh, padre.
El confesionario estГЎ a oscuras, desde la reja vislumbro una figura ocupada en escucharme, la cabeza inclinada.
В«Hija mГa, la carne es dГ©bilВ».
PerdГіname, oh, padre.
В«Mi carne no es dГ©bil, yo quiero su alma, quiero sus palabras, quiero sГіlo un poco de dulzura, un poco de afecto, un poco de amorВ».
PerdГіname, oh, padre, y dime quГ© puedo hacer: mi existencia oscura ha encontrado esta brecha que da a cada cosa su color pero no me puede pertenecer y yo no puedo pertenecerle.
В«Hija mГa, lo sГ©, es difГcilВ».
PerdГіname, oh, padre, pero no puedo evitar tenerlo en mis pensamientos todos los segundos de todos los minutos de todos los dГas.
В«PerdГіname, oh, padreВ».
Las rodillas comienzan a dolerme, como si la madera sobre la que estГЎn apoyadas se hubiesen convertido en algo lleno de asperezas.
Acto de Contrición… me arrepiento y lloro.. por mis pecados… prometo que con tu santa ayuda… y huir de las oportunidades para pecar de nuevo.
No habГa comprendido lo que recitaba de memoria hasta ahora.
Prometo, prometo.
Prometo.
Una alforja demasiado pesada.
Y mis hombros son demasiado dГ©biles.
A pequeГ±os pasos
Con pequeГ±os pasos me encaminaba hacia horizontes prohibidos aunque sГіlo en mi imaginaciГіn.
Todos los temores de que Filippo me descubriese se desvanecГan dГa a dГa, ahogados en nuestra vida de pobres diablos, en cada una de sus miradas ausentes, en cada clic de aquel maldito mando a distancia.
Incluso sus picos de ira, sus palabras acusadoras, sus expresiones ofensivas hacia mГ, ya no me hacГan tanto daГ±o.
Cada dГa que pasaba ganaba seguridad en que podrГa conseguir aquel poco de felicidad que me correspondГa.
Pietro me acariciaba con la mirada en las largas horas de trabajo, ya estuviese entre las estanterГas, ya fuese llamada a la oficina, y actuando de esta manera, inequГvocamente, me daba a entender que aquel beso que nos habГamos intercambiado, pudiera tener, es mГЎs, debГa tener, una continuaciГіn.
Un viernes por la tarde, estaba acabando de meter en el programa de gestiГіn de la contabilidad, todas las facturas de los suministradores que habГan llegado durante la semana. Eran muchГsimas.
Todos los otros colegas se habГan ido.
El director se asomГі a la puerta de la oficina para despedirse de mГ.
Pietro se estaba poniendo la chaqueta para irse a continuaciГіn.
«Señorita Misia, ¿está acabando de meter todas las facturas? Perfecto, asà podré trabajar con ellas mañana por la mañana… Pietro, ¿quiere esperar a que Misia termine? No me gusta que se quede sola aquà dentro. Yo debo irme corriendo. Pasad una buena noche, muchachos».
Pietro asintiГі con la cabeza mientras se sacaba otra vez la chaqueta.
La puerta estaba cerrada.
EstГЎbamos solos.
Ante aquel pensamiento me asaltГі el pГЎnico.
Por mucho que intentaba concentrarme en el trabajo tenГa la cabeza ardiendo y las manos temblorosas.
Г‰l se habГa sentado delante de mГ, las piernas entrelazadas, los brazos cruzados, los ojos grandes y oscuros fijos en mГ y los labios mostrando una sonrisa.
Estaba sin aliento y un peso me oprimГa el pecho.
В«Quieres besarme, Вїverdad?В»
В«...В»
«¿Verdad?»
Ya estaba de pie con una mano apoyada en el escritorio y la otra ocupada en acariciarme bajo el mentГіn, la carne dГіcil y temblorosa.
Nariz con nariz, con los ojos fijos en los suyos, sentГ sus labios amables, como un toque de alas de mariposa, acariciar los mГos.
Era tan delicado, sin prisas, como si tuviГ©semos todo el tiempo del mundo.
«¿También tú lo deseabas, pequeña, verdad? Lo he sentido, ¿lo sabes?»
No conseguГa decir palabra.
Ahora estГЎbamos de pie y me tenГa entre los brazos, con el rostro presionando su pecho.
En silencio me acariciaba los cabellos, me besaba en la nuca, me hacГa sentir en el centro del universo.
Y me daban ganas de llorar.
Estaba estrechada entre los brazos del hombre que siempre habrГa deseado tener.
Y no lo tenГa.
Nunca podrГa ser mГo.
A no ser una pequeГ±Гsima parte.
Pero en aquel momento no me incomodaba: lo Гєnico importante era tener a Pietro a pocos centГmetros de mГ.
Me ayudГі a acabar de introducir las facturas y en la puerta de la oficina nos despedimos.
Con las mejillas rojas de excitaciГіn corrГ feliz hacia el autobГєs que me esperaba bajo la farola de la explanada destinada al estacionamiento.
Como si estuviese en trance me sentГ© en el asiento sintiendo todavГa su contacto.
En las manos me habГa quedado su olor: la carretera corrГa veloz y yo cerrГ© los ojos y lo respirГ© en las palmas de mis manos.
El cuaderno escarlata
QuizГЎs una parte de mГ habrГa querido que Filippo descubriese mi relaciГіn con Pietro.
HabrГa querido herir su indiferencia, reducirla a harapos, y responder con los hechos a las continuas declaraciones ofensivas, cuando decГa que no valГa para nada, para por lo menos ver una emociГіn socavar su rostro.
Pensar en lo que estaba haciendo me hacГa sentir mal, reconocГa que era una hipГіcrita pero, mirando la cosa desde mi punto de vista, no podГa evitar buscar un poco de aprecio.
Con una sonrisa amarga, recordГ© cuando acompaГ±aba a mi padre a las reuniones con los profesores y, despuГ©s de haber escuchado los elogios que ellos decГan de mГ, Г©l concluГa, invariablemente, aconsejГЎndoles que me pidiesen mГЎs. Justificaba la vergГјenza y la desilusiГіn de nunca haber tenido un reconocimiento, con la convicciГіn de que, actuando de esa manera, me empujaban a hacer siempre lo mejor. Y, en cambio, me doy cuenta de que todo mi deseo de reconocimiento quizГЎs deriva de la carestГa que habГa vivido hasta ahora.
El director, que ahora ya me asignaba mГЎs obligaciones en administraciГіn, me habГa mandado a la papelerГa para comprar algo de material para la oficina.
Entre las estanterГas desfilaban paquetes de clips, resmas de papel, cuadernos para apuntes, papel rayado, cuando mi atenciГіn fue capturada por un cuaderno con la cubierta rГgida, de color rojo escarlata.
Lo cogГ, aunque no tenГa ni la mГЎs remota idea de lo que harГa con esto: fue imposible no comprarlo, como si aquel objeto hubiese tenido voluntad propia, como si quisiese venirse conmigo.
EstrechГЎndolo fuerte entre las manos me vino a la mente el recuerdo de mi abuela y de los cuadernos en los que anotaba sus recetas y las frases que le llamaban la atenciГіn, y que usaba tambiГ©n para hacer secar las margaritas que a veces le recogГa durante el recreo, en la escuela.
VolvГ a la oficina con dos bolsas de cosas de la papelerГa y mi cuaderno en el bolso.
Pietro me saliГі al paso en la puerta, cogiГі una de las bolsas y me ayudГі a colocar todo lo que habГa comprado.
Mientras le pasaba un paquete de papeles me dijo:
В«Debemos buscar un sitio para nosotros, un puesto sГіlo para nosotros donde podernos ver sin problemasВ».
В«Pero Pietro, ВїestГЎs loco? ВїQuГ© quieres hacer, alquilar una habitaciГіn en un hotel por horas? ВїY, ademГЎs, dГіnde, en esta ciudad de provincias, donde todos saben todo de todos?В»
В«No te preocupes, pequeГ±a, lo importante es que tГє me quieres. Podemos tomar un tren y alejarnos un poco y encontrar algГєn lugar cerca de la estaciГіnВ».
Yo no querГa alejarme un poco y encontrar un lugar cerca de la estaciГіn. TemГa que ese momento llegarГa pronto, temГa que Pietro me pidiese mГЎs. A mГ podГa bastarme su mirada puesta sobre mГ, sus palabras, de eso tenГa una desesperada necesidad.
A mГ me podГa bastar pero a Г©l no.
***
HabГa puesto sobre el fuego las cacerolas con la comida para el dГa siguiente y con el estofado para la cena, cuando saquГ© del bolso el cuaderno y lo abrГ, apoyГЎndolo sobre la mesa de la cocina.
Sin pensarlo, sin saber a dГіnde me llevarГa la pluma, comencГ© a escribir.
Si amar es una culpa
entonces soy culpable.
Atadme los pulmones
y sofocad el canto
que sale impГєdico
a molestar el sueГ±o de los justos.
Si amar es un defecto
entonces, soy imperfecta,
indigna.
Arrancadme jirones del corazГіn
y ponedlos sobre la frГa bandeja
de lo correcto.
Si amar es inoportuno
cuando el camino se tuerce,
perdedme.
Nada hay mГЎs peligroso
que una chispa encendida
cuando alrededor se amontonan
ramas secas.
Pero si amar es inevitable
oportuno,
merecido,
si es aliento,
luz,
magnificencia del alma,
recorrido,
descubrimiento,
juventud,
rescate,
cambio,
motivo,
por todo esto, amo,
pero sobre todo porque en mГ
la estrella del coraje
todavГa no se ha perdido.
Me parГ©, apoyГ© la pluma en la mesa, temblando por la emociГіn y sorprendida por mis mismas palabras.
Era la primera vez que atrapaba las palabras con la tinta.
Era el momento de apagar los fuegos y comenzar a esperar que Filippo volviese a casa.
Mi mente vagaba libre en los sueГ±os, imaginando que desde esa puerta entrase Pietro, con su sonrisa, con su amor fresco.
El telГ©fono suena y me devuelve bruscamente a la realidad.
«¿Diga?»
В«Hola, pequeГ±a, Вїpuedes hablar?В»
В«SГ, pero ВїcГіmo es posible que tengas el nГєmero de telГ©fono de mi casa? ВїY por quГ©...?В»
В«El nГєmero lo cogГ de tu ficha, en la oficina… sГіlo querГa decirte que te amo y te deseo con locuraВ».
Mi mano derecha apretaba fuerte el auricular del telГ©fono mientras la puerta del piso se abriГі dejando entrar a mi marido.
ColguГ© inmediatamente, dejando el telГ©fono sobre la encimera de la cocina y, continuando dando la espalda a mi marido, me puse a mover cacerolas y cucharones.
Me temblaban las manos.
Г‰l estaba hablando por el radiotransmisor con un compaГ±ero, para nada cansado de doce horas de servicio.
«¿Está lista la cena?»
Bocados amargos, dulces migajas
QuizГЎs les sucede a todas las mujeres el tener que aceptar situaciones que racionalmente parecen imposibles de soportar, insostenibles.
Yo hacГa todo lo posible por intentar comprender a Filippo, justificaba su comportamiento siempre distante, sus maneras, Гєltimamente cada vez mГЎs bruscas, pero todo esto me hacГa tanto daГ±o que, a menudo, en los recurrentes momentos de soledad estallaba en un llanto tan desesperado, que no conseguГa encontrar ningГєn consuelo.
Tampoco cuando las lГЎgrimas paraban y los sollozos se calmaban me sentГa un poco mГЎs tranquila.
SГіlo estaba cansada.
Cansada en mi interior.
Y mientras me sentГa que me hundГa, el Гєnico pensamiento que me daba una razГіn para existir era Pietro.
* * *
Era un invierno frГo, llovГa continuamente desde hacГa demasiados dГas como para recordar cuГЎntos.
Estaba ordenando las facturas en las carpetas, escondida detrГЎs de un estante lleno de papeles.
No habГa oГdo a Pietro acercarse.
В«He encontrado un lugarВ».
Su aliento cГЎlido sobre el cuello, dejado al descubierto por los cabellos recogidos en la nuca, me confundГa las ideas.
В«Baja las escaleras hasta la planta baja, luego continГєa otros dos rellanos, donde estГЎn todas las cajas. Nos vemos abajoВ».
En cuanto dijo esto, de la misma manera que habГa aparecido, desapareciГі, dejГЎndome presa de una tormenta de emociones.
SentГa mis brazos pesados y las piernas no me sostenГan, el corazГіn latГa tan fuerte que parecГa que todos en el estudio lo podГan escuchar.
ВїQuГ© debГa hacer?
Razona.
Razona.
Me importaba un rГЎbano razonar en aquel momento.
Razona, haz funcionar la cabeza.
ВїQuГ© debo hacer?
ВїDesciendo?
No, no desciendo.
ВїY si no desciendo y Г©l se enfada y ya no me habla mГЎs?
No puedo arriesgarme a pasar sin aquello que sГіlo Г©l sabe darme.
Desciendo.
No.
No lo sГ©.
Me encontrГ© bajando los escalones de aquel lugar tan sombrГo, donde todos los vecinos acumulaban cosas totalmente inГєtiles.
Estaba oscuro.
ВїY si Pietro no habГa bajado?
ВїY si me habГa gastado una broma pesada?
En la penumbra que me envolvГa vi emerger su rostro y sus manos extendidas que me buscaban.
Mis pasos levantaban pequeГ±as nubes de polvo que danzaban en los haces de luz que penetraban desde los vidrios sucios.
Me dejГ© llevar como en un sueГ±o, como si no fuese yo partГcipe de aquel encuentro sino que lo viese a travГ©s del monitor de un televisor.
Sus brazos eran poderosos y me estrechaban fuerte contra su pecho.
В«HacГa tanto tiempo que deseaba abrazarte asГВ», me dijo.
Yo no conseguГa hablar: un nudo de emociones y de miedo me apretaba la garganta sofocando cada sГlaba en la boca.
Sus manos vagaban sobre mi cuerpo explorГЎndolo, mostrГЎndole al tacto todo lo que la oscuridad que nos circundaba escondГa a la vista.
Luego, bajando dulcemente a lo largo del cuello con los dedos acariciadores se parГі en el primer botГіn del cardigan que llevaba puesto.
Me puse rГgida.
Y Г©l lo advirtiГі.
«¿Qué sucede, pequeña? ¿De qué tienes miedo, no sabes que yo te amo? ¿Lo sabes? Entonces, déjate ir. Nunca he deseado nada como lo deseo en este momento».
Sus gestos se volvieron apremiantes.
Mis manos, siempre cruzadas sobre mi pecho, no se apartaban.
Fue Г©l quien capitulГі.
В«Vale. He comprendido, necesitas tiempoВ».
Me besГі durante un momento que me pareciГі increГblemente largo.
Me susurrГі palabras que nunca habГa oГdo, llenГЎndome de sensaciones desconocidas, besГЎndome sobre los pГЎrpados, con los ojos cerrados.
* * *
Debajo del chorro de agua caliente de la ducha.
InmГіvil.
Pensando en Г©l.
Con los ojos abiertos, rememorando, como una pelГcula, todo lo que habГa sucedido.
IncreГble.
TodavГa sentГa el corazГіn latir furiosamente, cuando me asomГ© al muro del sГіtano para ver si podГa remontar las escaleras sin que nadie me viese.
Me apoyГ© en el pasamanos clavado en la pared y subГ deprisa las escaleras.
TodavГa sentГa las luces de neГіn del supermercado que me herГan los ojos habituados a la oscuridad.
Y encontrarme respondiendo de manera forzada a una cliente que me preguntaba dГіnde podГa encontrar el pan tostado.
Volver a ver a Pietro despuГ©s de unos minutos desde mi escritorio, volver a entrar en la oficina, que con ojos brillantes me pedГa los albaranes del suministrador del agua mineral.
El agua corre por mi nuca y se desliza por mi espalda. No hay un jabГіn que pueda lavar los pensamientos que me llenan la mente.
O quizГЎs soy yo la que no quiere lavar nada.
Este serГЎ mi secreto.
Nuestro secreto.
El pequeГ±o gozo de todos los dГas.
El cuaderno rojo espera en mi bolso, Filippo estГЎ durmiendo en la butaca con el mando a distancia en la mano, la televisiГіn sintonizada en una de esas transmisiones demenciales que detesto desde lo hondo de mi corazГіn.
Escribo.
Y me pierdo pensando en ti,
tiernamente serena,
inconclusa
como todas las horas
que me separan de ti.
Y me adapto, soГ±olienta,
en tu sueГ±o que me sigue,
indeleble es la adhesiГіn
que me desgarra.
Y te abrazo con recuerdos que llegan
sin descanso
para verte diez, cien, mil veces.
En cualquier sitio donde estГ© tu aliento.
Descubrimientos
Secretos nunca dichos
palabras acalladas
detrГЎs de
tiernos comportamientos
sombrГos pensamientos.
Largas horas
persiguiendo
momentos esquivos
de contacto superficial
ГЎvidos
de increГbles pensamientos.
Pensamientos prohibidos.
Boca seca.
El cuaderno escarlata cada vez mГЎs a menudo se encontraba con mi pluma.
AlГ©jate
alГ©jate de mГ
vete lejos de mi corazГіn
corazГіn palpitante de emociones
recuerdos indecibles.
AlГ©jate.
AlГ©jate
vete lejos de mis manos
que ya no pueden alcanzarte
acariciarte como agua templada
como brisa perfumada
al alba.
AlГ©jate de mГ.
Lejos.
Que mis ojos
puedan sГіlo descubrirte
impreciso,
de manera que pueda
perseguirte,
ganar terreno,
y alcanzarte,
cerca.
Y mis encuentros con Pietro se convertГan en mГЎs frecuentes.
Y todas las veces me sorprendГa no sentir vergГјenza por lo que estaba haciendo: habГa pasado del amor platГіnico al carnal sin ni siquiera percatarme, y con el multiplicarse de los encuentros perdГa poco a poco el miedo que me habГa casi matado la primera vez.
Buscaba con mi mirada la de Pietro, con la esperanza de descubrir aquel ligero guiГ±o que presagiaba un nuevo encuentro.
Me habГa enamorado. Irremediablemente. Sin soluciГіn.
Incluso habГa comprado ropa interior de encaje y , siempre, no podГa esperar a mostrГЎrsela a Pietro, si bien mostrar era un eufemismo, porque en aquel sombrГo sГіtano donde habГamos establecido la mansiГіn de nuestros encuentros estaba casi a oscuras y hacГa frГo, pero yo no sentГa nada de todo esto cuando me encontraba tumbada sobre los cartones que Г©l habГa traГdo de abajo y puesto en el suelo, arrollada por el torbellino de sensaciones que me hacГa sentir Pietro.
Es verdad, para mГ era importante que Г©l me prestase atenciГіn incluso al margen de nuestros tГЄte-Г -tГЄte, pero tenГa la seguridad de que para Г©l, en cambio, era vital un contacto carnal conmigo.
Continuaba repitiГ©ndome que jamГЎs habГa sentido lo que sentГa con Г©l, que era fantГЎstica, estupenda, hermosГsima, Гєnica.
Y siempre yo salГa embriagada.
Y cada vez Г©l me querГa mГЎs.
Siempre mГЎs.
«¡Quiero hacer el amor contigo, no aguanto mГЎs! Cuando estoy con mi esposa pienso en ti, creo que enloquecerГ© como siga asГ...В»
Entre sus brazos todo me parecГa posible pero cuando volvГa a pensar en sus peticiones, cuando me encontraba a solas, no me sentГa preparada, no querГa que cayese tambiГ©n esta Гєltima barrera que habГa quedado entre nosotros, el Гєltimo y pequeГ±o dique contra una corriente ahora ya demasiado impetuosa.
* * *
Hacia Filippo sentГa un vago sentimiento de culpa que aleteaba entre nosotros llevГЎndome a tener arrebatos sexuales que, creo que mГЎs de una vez, lo habГan sorprendido, sino anonadado. Me parecГa que entregГЎndome a Г©l podГa, en parte, acallar mis sentimientos de culpa.
Una noche, despuГ©s de una relaciГіn desahogada, hecha como por obligaciГіn, se volviГі hacia mГ y me dijo:
«No consigues engendrar hijos, no consigues hacer que sienta un auténtico placer… por suerte, menos mal que te las apañas cocinando y limpiando la casa, en caso contrario...»
Estas eran las cosas que, cada vez mГЎs, me hacГan comprender que no estaba, ni de lejos, dispuesta a renunciar a Pietro.
Con el rostro hundido en la almohada soГ±aba con Pietro y apretaba con fuerza los dientes para no llorar.
Filippo no estaba nunca: ausente en los momentos de alegrГa y en los momentos de dolor mГЎs profundo.
Ausente, no por paparruchas, es verdad, sino por trabajo.
ВЎYo sirvo a la gente!
Su trabajo de guarda jurado le hacГa sentirse un escalГіn por encima de los demГЎs.
Para mГ ya era tarde, demasiado tarde para renunciar, para desatar lazos ya apretados, para renunciar, para prescindir de Pietro.
ComencГ© por dolor,
por dolor en el amor,
por amor del dolor,
ahora ya no lo sГ©.
EscribГ amor
y no me di cuenta
mГЎs que despuГ©s de muchas lГneas,
cuando el dolor se calmГі
cansado y afligido
sobre la palma tensa del corazГіn.
Y amГ©.
Sin remordimientos ni reservas,
segura,
en la oscuridad,
de encontrar el dolor,
sГіlo el dolor.
La cena de gala
Giovanni Percalli, el nuevo administrador de la sociedad que gestionaba la cadena de supermercados donde trabajaba, habГa decidido ofrecer una cena a todos los trabajadores para darse a conocer y para festejar este nuevo objetivo.
В«Yo no pienso, ni por asomo, ponerme de punta en blanco por un tipo que con dinero ha comprado un cargo en una sociedad...В»
«¡Pero, Filippo! EstarГЎn todos, hazlo por mГ, ВїquГ© papel harГ©?В»
«¿Papel? ¿Qué papel harás? ¡Tú trabajas en ese supermercado, puede que tú estés obligada a hacer todo lo que te pidan!»
«¿Y si fuese yo la que quiere ir?»
В«Escucha, Misia, yo no tengo ganas de ir y ademГЎs maГ±ana debo cubrir a un compaГ±ero, hago doble turno, si realmente quieres ir puedes hacerlo perfectamente solaВ».
ConversaciГіn acabada.
TelevisiГіn encendida.
Fin.
TragГЎndome lГЎgrimas de rabia y de desilusiГіn me metГ en un baГ±o de agua caliente.
De fondo el sonido del telediario me acompaГ±aba, exasperГЎndome, en cada habitaciГіn.
CerrГ© a mi espalda la puerta de la habitaciГіn y me puse delante del armario para buscar algo que pudiese servir para presentarme en la cena.
* * *
La sala de reuniones estaba ya llena de colegas y de otras personas que no conocГa.
El servicio de catering ya habГa preparado un buffet impresionante.
Me sentГa un poco mГЎs tranquila: pasarГa una bella velada con Pietro, Г©l me dirГa que le gustaba como iba vestida, que con los cabellos en lo alto estaba fascinadora, me harГa sentir hermosa por una noche, como Cenicienta.
El director estaba en el centro de la sala con su consorte: una pareja de mediana edad que transmitГa la complicidad que los unГa. Ella miraba continuamente hacia Г©l, mientras hablaba, como buscando consuelo en su mirada, mientras que Г©l la acariciaba, con la palma abierta, la espalda. Pero lo que me llamГі la atenciГіn enseguida de la esposa del director fue su sonrisa que parecГa que iluminaba todo su rostro.
«¡Ah, Buenas tardes, Pietro».
La voz del director me devolviГі a la realidad.
В«Finalmente has venido, te querГa presentar a Giovanni, el nuevo administrador, ven, venВ».
Me volvГ radiante, ignorante de lo que mis pupilas verГan.
Pietro con una mujer de la mano: su esposa.
Yo, sola.
La sonrisa desapareciГі de mi rostro, delante de la escena que desde las pupilas habГa llegado, lentamente, hasta el cerebro.
JesГєs, hubiera querido desaparecer engullida por la tierra.
Г‰l llevaba un traje azul oscuro, una camisa blanca tensa sobre el tГіrax conocido y una corbata fina, del mismo color que el traje.
Ella, ojos claros, cabellos rubios y lisos cortados a lo paje que apenas le tocaban los hombros: llevaba un traje negro largo que le dejaba la espalda al descubierto, en la mano un bolso con forma de concha.
En el dedo anular izquierdo, junto al anillo de boda, una cascada de diamantes tan brillantes que llamaban la atenciГіn de todos.
La mujer del director, mientras Pietro se entretenГa con los responsables de otros puntos de venta, se volviГі hacia la mujer de Pietro:
В«Querida, estГЎs esplГ©ndida, ВЎy quГ© hermoso anillo! ВїTe lo ha regalado Pietro?В»
«¡Oh, sГ! ВЎMe lo ha regalado hace unos dГas, y fГjate, sin tener que celebrar nada!В»
В«Querida, entonces ten cuidado, los hombres son autГ©nticos diablos, ВЎsiempre saben cГіmo hacerse perdonar incluso lo que nunca sabremos!В»
Me parecГa estar viviendo una pesadilla: tenГa las mejillas enrojecidas, las manos heladas y unas grandes tremendas de llorar.
En cuanto estuve segura de que las piernas me sostendrГan, me dirigГ hacia el baГ±o con paso vacilante.
AbrГ la puerta de cristal que daba al vestidor y luego todo desapareciГі.
* * *
A lo lejos oГa una voz que me llamaba, con amabilidad.
В«Misia, querida, quГ© pasa, venga, abre los ojos. Nos has dado un buen sustoВ».
La mujer del director me acariciaba la nuca dulcemente y me miraba fijamente con ojos sinceramente preocupados.
Ahora me acordaba… Pîetro con su esposa, el baño, luego la oscuridad total.
QuizГЎs leyendo en mi mirada interrogadora todas las preguntas que se acumulaban en mi mente, la seГ±ora Olga me explicГі lo sucedido.
В«Querida, te vi venir hacia el baГ±o con una forma de caminar tan vacilante que pensГ© seguirte para asegurarme de que estabas bien, y en cambio te he encontrado caГda en el suelo, desvanecida. ВїA lo mejor tienes la tensiГіn baja? Y dime, querida, ВїdГіnde estГЎ tu marido? QuizГЎs serГa mejor que te marchases a casa...В»
В«Le estoy agradecida, pero ya me siento mejor. No es nada, de verdad. GraciasВ».
HabГa visto a aquella mujer sГіlo unas cuantas veces, en el negocio, y ella ahora estaba arrodillada con mi cabeza apoyada en las piernas. El toque de sus manos, en la nuca, de repente me trajo a la mente a mi abuela, pero sГіlo fue un flash.
IntentГ© levantarme pero las piernas todavГa no me sostenГan. La seГ±ora Olga me ayudГі a sentarme y luego a levantarme.
Fue de esta manera que hice mi entrada en la sala de las reuniones donde estaba el buffet, sujetada por la mujer del director, llamando la atenciГіn de todas las miradas, incluida la de Pietro.
TenГa ganas de llorar.
Las siguientes dos horas las transcurrГ en compaГ±Гa de los compaГ±eros y compaГ±eras que, con consideraciГіn, se alternaron para hacerme no dejarme sola.
En un momento determinado la estrecha vigilancia a la que me encontraba sometida, me dio un respiro, lo suficiente para que Pietro se acercase y, con tranquilidad, me susurrase al oГdo:
В«Eres muy hermosa. Me hubiera gustado encontrarte en el baГ±o, desvanecida, completamente en mi poder, ВЎasГ no habrГas podido negarte!В»
Lo odiaba por sus bromas de un Гєnico sentido pero su cercanГa me derretГa las articulaciones y los ligamentos, tanto que sentГa de nuevo las rodillas blandas y la sangre que se me licuaba en las venas, y sin embargo debГa mantener la mГЎscara impasible de la compaГ±era afligida, porque su esposa nos observaba.
No hubiera sabido decir quГ© era lo que predominaba si el odio o el fuego que me quemaba por dentro.
Pocas palabras cuando volvГ de aquella velada devastadora.
***
Entre un hoy y un maГ±ana
me visto de aire
y en la irreversibilidad del tiempo,
espero,
para respirar.
Sentada en la mesa de la cocina, sola con el cuaderno escarlata delante, no tenГa ganas de dormir, sino sГіlo de escribir.
Deseaba a Pietro pero no lo podГa tener, estaba claro, pero no querГa escuchar la voz de la lГіgica que me decГa que lo dejase, que interrumpiese aquella relaciГіn cuando todavГa estaba a tiempo, a tiempo para salvarme, a tiempo para salvar mi dignidad, a tiempo para no continuar por el camino de la disecciГіn en parte, de la elecciГіn, esto me gusta y esto no.
Pero yo era testaruda, miraba sГіlo lo que querГa ver, daba entrada a lo que me hacГa latir fuerte el corazГіn, sin evaluar el hecho de que Pietro parecГa sГіlo mГЎs interesado en el sexo que en un futuro juntos, que despuГ©s de haberlo visto con su esposa no habrГa debido tener mГЎs dudas sobre el hecho de que Г©l nunca la dejarГa por mГ.
Pero la ceguera es una elecciГіn.
Y yo habГa elegido.
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